Las intimidaciones y los insultos abiertos y en grupo a jóvenes menores que deben ser protegidos por la administración nos deben hacer pensar y actuar con firmeza y cimentación. Ejemplifican un esquema que conocemos, el racismo sin racistas, en expresión de Eduardo Bonilla-Silva: la sociedad encuentra escandaloso declararse racista. Proclamamos que queremos acoger, nos enorgullecemos de ser firmantes de la Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños y pensamos en abstracto que todos deben tener las mismas oportunidades. Pero a la mínima experiencia negativa aparece el sustrato racista y clasista y se producen incidentes espantosos como los de Canet de Mar y Castelldefels.

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